Estaba paseando por la orilla del río, hacía una plácida tarde, cuándo de pronto vi a mi amigo Juan. Estaba preparando su barquilla para ir dando un paseo.
¿Qué Juan, preparando tu barca para pasar la tarde?
-Sí, además te invito, mi barca y yo estaríamos contentos de que nos acompañases.
-Pero, si no se nadar.
-No hay peligro, vamos despacito y que la corriente nos lleve. Cuándo tú quieras damos la vuelta. Prometido, aunque estoy seguro que vas a estar feliz.
Me subí, con bastante cuidado, aquello se movía y daba un poco de respeto, pero confiaba ciegamente en él. Me puse un salvavidas por si fuera el caso, Juan estaba seguro e incluso se reía mientras me convencia de que con él ,no debía de tener ningún tipo de recelo, él me cuidaría. Le creí totalmente.
El río tenía una corriente tirando a normal, aunque a lo lejos se precipitaba en varios rápidos, no es que fueran peligrosos, pero tenían «su cosilla».
Pasamos los dos primeros sin novedad. En el tercero de forma imprevista una piedra hizo virar la barca rasgándole un lateral. Empezó a entrar agua a borbotones, nos mirábamos sin casi saber como reaccionar y al final, me vi rodeadad de agua, angustiada e intentando sobrevivir.
Juan me ayudaba, pero él también tenía lo suyo. Al fin con su ayuda, pude engancharme a una tabla. Me llevaba velozmente y no paraba de sumergirme y de beber agua hasta la extenuación. Mi corazón empezó a latir con fuerza, casi no podía respirar, me faltaba la vida.
Cuando el rápido pasó, me ví allí en medio del río, sin saber que hacer, sola, asustada, y teniendo que valérmelas por mi misma, sin medios practicamente…
A juan le perdí.
Me así con fuerza y como pude, a una nueva tabla que estaba varada cerca de unos matorrales y juntándolas, me subí encima, haciendo movimientos con el cuerpo para no caerme y poder salvarme. Pude mantenerme un tiempo. Cuando iban al unísono las dos tablas, yo llevaba miedo de que fallara, iba con cuidado, casi no me lo podía creer, pero íbamos. Lo peor era cuando navegaban de forma divergente, entonces me caía, me agarraba, me arañaba, subía un momento para enseguida volverme a caer…era una pura zozobra.
Viví unos momentos eternos, casi una vida, y ya falta de fuerzas, entregada a mi desgracia, desee fervientemente y vivamente que se abriera el río en una gran desembocadura y que apareciendo la inmensidad del mar, me engullera en sus profundas aguas y así terminar.
No voy a poner que me gusta, porque es tristísimo.
Me eriza la piel.
Dime que tiene un final y que es final feliz. Anda!!
Besos
Cómo me gusta que estés ahí. Sí, tiene un final feliz, pero me produce más felicidad el leerte. Graciñas por venir, de verdad. Un beso.
Non me poñas sensible 🙂
Biquiños amiga
Pues en plena fantasía… está cargado pero bien.
La escritora no era, porque lo relató. Me alegro.
El relato es una pequeña metáfora del sentir de de un momento. Puede ser real, irreal…eso depende.
No, la escritora no era ¿o si?.
Gracias por estar ahí cada vez que aparezco. Un fuerte abrazo.
Depende… ¿queda bien, verdad?
De nada, y gracias a la recíproca.
Besos…