(Homenaje a esas madres que dejan volar a sus hijos y ellas viven felices con sus recuerdos.)
Me levanto todas las mañanas y con la ayuda de Carmen me aseo y me acomodo en el sillón que tengo al lado del balcón de mi salita. Desde allí, por la situación que tiene la casa, domino toda la Rúa Nova y me distraigo viendo pasar a los estudiantes camino de la facultad, señoras haciendo la compra y por su atuendo, oficinistas, funcionarios, empleados de banco, albañiles, fontaneros y los mismos repartidores de las tiendas. Veo vida.
Esta actividad es diaria, pero no por ello menos divertida. Si me canso leo, oigo la radio y cuando mi vista me lo permite aún confecciono mantitas de croché. No me falta de nada, incluso cuando toso o carraspeo, enseguida viene mi Carmen por si me ocurre algo. Yo me río.
Vivo en la casa con ella desde muy jovencita, solía acompañar a su madre todas las semana con los huevos frescos y verdura de una pequeña finca que teníamos cerca de la ciudad y que ellos nos la atendían; vivían en una casita de la que disponían en calidad de caseros. Un día la madre de Carmiña, que así la llamaban me dijo: por qué no se queda aquí la cativa y usted le enseña y ella, le echa una mano con los rapaces (mis tres hijos pequeños). Accedí y lleva conmigo más de cuarenta años. Antes hacía lo que yo le mandaba, ahora ella manda y yo obedezco entre otras cosas, porque aprendió ¡tan bien! que sin su ayuda yo no sabría hacer nada.
Y aquí estoy, rodeada de mis cuadros, de mi mesa camilla, de mis libros, de mis flores y de las fotografías de todos los que antes vivíamos aquí y que ahora unos se han ido para siempre y otros vienen cuando pueden, pero siempre se van…
Miro a mi cama, de matrimonio por supuesto, donde tanto…bueno no quiero recordar eso, y aún conservo la colcha guateada roja, bordada con letras de oro en el centro, que me regalaron como algo exquisito cuando celebré mi boda con el hombre que tanto amé. Está impecable y me dice Carmiña: «eso ya no se lleva…» sabrá lo que se lleva y no se lleva en el corazón. Cuando me acuesto debajo de ella, noto que le tengo a mi lado, me llega su calor y sigo extendiendo la mano para abrazarme a su cintura y…bueno de esto tampoco quiero hablar…
Mejor entorno los ojos para oscurecer el día y recuerdo aquel final de curso, qué tiempos aquellos!, cuando apenas estaba empezando a quedarme dormida y vinieron a rondarme los tunos de la facultad de medicina. Yo, ya me había enamorado del que después fue mi marido y él, aunque aún me ruborizo al pensarlo, también de mí…
Sentí la pandereta inconfundible, alguno gritaba su nombre para que supiera yo, que era él, el que cantaba y aún recuerdo aquella estrofa de la habanera «La Barca de Oro», que tantas y tantas veces después y sobretodo últimamente, tarareo y que dice: «No volverán tus ojos a mirarme, ni tus oídos escucharan mi cante, yo ya me voy, solo vengo a despedirme», o aquel otro trocito que también decía: «voy a llenar los mares con mi llanto…» Esto aún hoy, me hace emocionar y suelto alguna lagrimiña. Aquel día me levanté corriendo, encendí la luz y corrí un poquito la cortina para que vieran que me había enterado. Nada más se podía hacer, ¡no, no!!! estaba mal visto y se fueron tocando y danzando a rondar a otra muchacha.
Con todos estos recuerdos, puede alguien decir que mi vida es una rutina? aún se me acelera el corazón y brinca de alegría porque lo vivo y lo veo y acariciando estos momentos, pienso ¿qué podría hacer yo para empezar de nuevo?
Enseguida Carmiña me saca de mi ensimismamiento y me dice: Señora, ¿qué comemos hoy?
A lo que no fui capaz de enseñarla y mira que lo siento, fue a soñar…
Hola Julia:
Precioso texto, maravilloso y entrañable, me has echo saltar unas lagrimillas ¡¡a!!! esa tocaya mía cuanta ternura me ha hecho sentir.
Un fuerte abrazo querida un gran homenaje has hecho
Besosss
Gracias Gavi y ya de vuelta de tu maravilloso crucero no sé si tendrás tiempo o incluso ganas de leer esto tan antiguo, por pasado de días, pero sé que agradecerás saber de mi.
Un beso con sabor a Florencia.
Gracias Julia, me ha dado mucha alegría ver tu comentario maravilloso mi viaje.
Un abrazo bella persona
Siempre mi agradecimiento para tí. Besos.
Qué razón tiene….soñar no se puede enseñar, no tiene un manual, se nace con algo no sé bien donde y ….
Los recuerdos se llevan, y pueden ser el motor de nuestro cuerpo de nuestra mente y de nuestra alma por siempre….
Dicen que no debemos anclarnos en el pasado y es cierto pero nunca debemos olvidar que nuestro presente esta hecho de pasado y si éste ha sido bello porque no traerlo de nuevo y así ayudarnos a sentir lo que hemos sido y volver a ser…
Un beso con muchas alas …
Demasiado tiempo sin verte..
Vergüenza me da contestarte a estas alturas, pero no podía dejarlo así Leha, sé que me entiendes.
Como siempre embelleciendo mis texto con tus conclusiones, que siempre las espero, porque sin ti y unos poquitos más…escribiría para mi solita, que tampoco es poco…
Dices que tardas en verme y es que ahora escribo alguna cosilla en Facebook, alguna poesía y me mata el gusanillo, pero tengo que vencer la pereza lo sé, y verás como enseguida vuelvo. Un beso alitas y no te me pierdas.