Sierra Martiñá

Todas las mañanas cuando estoy en mi casita de campo, digo mi casita porque es pequeña, acogedora y coqueta, me levanto y desde mi ventana lo primero que veo cuando expando la vista es la Sierra.

Es una de las estribaciones de O Monte do Faro, está como a unos mil cien metros de altitud y es un balcón abierto a la naturaleza. Desde allí se divisan perfectamente, pueblos de tres de las cuatro provincias de esta tierra y la vista se pierde y se pierde y cuesta recogerla.

La sierra me llama y yo obediente, todos los años acudo a su requerimiento. Siempre descubres cosas nuevas, que sorprenden, que te hacen echar la imaginación a volar, que cada rincón puede tener una historia y la tiene. Lo más atrayente es que todavía no ha sido descubierta por el turismo.

En todo lo alto existe un pueblecito pequeño, del mismo nombre, en dónde ahora solo lo habitan tres familias y está ya próximo a deshabitarse en unos años. Esa es la tragedia de casi todos estos pueblos diseminados por el campo gallego. Las casas habitadas están restauradas, pero son muchas otras las que en sus tiempos gozaron de esplendor y que ahora solo son esqueleto y ruina donde los gatos encuentran su hábitat particular y pueden elegir libremente y cambiar de vivienda a su antojo.

Tiene una era rectangular, toda de piedra que ya no se usa, porque no hay ni centeno ni maíz que trillar, aunque si te paras y escuchas el silencio, se puede todavia oír el murmullo de las canciones populares de la trilla, aquí malla, que reunían al pueblo para ayudarse mutuamente en la faena.

Estuve toda una tarde y salí de allí impregnada de campo, de oxigeno, de vida natural. Se ocultó el sol y enseguida la noche extendió su manto negro por los campos otrora verdes y ahora color oro por la hierba agostada.

Remirando en la calle principal y diciéndome mentalmente un «hasta pronto», encontré en una columna que aún sujeta unas escaleras de acceso a lo que fue una vivienda, este rostro tallado y curiosamente conservando la pintura y me pregunto: cómo habrá llegado hasta aquí? cómo seguirá tan reluciente? Es posible que  como yo sea producto de la casualidad o no?

Eso lo dejo para otra historia.

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Una respuesta a Sierra Martiñá

  1. Leha dijo:

    Uyyy uy esa piedra con ese rostro grabado….ya ya paro…se me agitan solas las alas!!!!
    Olvidamos hace tiempo que las sencillez de las cosas son la base de nuestra evolución…corremos lejos hacia las luces hipnotizantes de la gran urbe pensando que eso es el progreso….
    Volver de vez en cuando a la simpleza es una tarea enriquecedora y sanadora de nuestra mente sobre todo aunque también de nuestro cuerpo…
    Eres una privilegiada, de tener colgado en tu ventana un escenario tan maravilloso…
    Disfruta el momento y déjate perder por los rincones donde los misterios te rapten la imaginación…
    Besos que entre los caminos escondidos, te persiguen

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